octubre 26, 2022

Puños fuera: Volar

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Cuando en 1997, la gran máquina del capitalismo gripara sus finanzas en la lejana Asia amenazando con derribar consigo el castillo de naipes global, los herederos del punk, crecidos en el desencanto y la ironía, contraatacaron con el lema: “No creeremos que hay crisis, hasta que veamos a los ejecutivos saltar por las ventanas”. Lógico: el punk ochentero, contemporáneo del mayor descalabro bursátil de la Historia, el Lunes negro de 1987, bautizado así siguiendo la nomenclatura del crack del 29, no había visto volar, como en niuyork, a ningún yupi. Las que sí volaron fueron las hostias de la madera en el cóctel de la protesta. (Más…)

julio 21, 2022

Puños fuera: Último verano

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El verano de después de la pandemia será épico. Con hambre de dos años, jóvenes, mayores y criaturas se lanzarán a festivales, fiestas patronales o a viajes a remotos destinos turísticos, dando de nuevo sentido a aquel Orden que el largo confinamiento había interrumpido. Cada actividad, consumida con ansia de reconciliación, será una celebración de que la vida tal y como la conocíamos sigue su curso, y de que nos merecemos todo aquello que estos últimos tiempos nos habían privado.

A la vuelta, cuando ya se hable de depresión postvacacional, recordaremos que el precio de los combustibles fósiles ha seguido subiendo, que la inflación consiguiente sigue imparable depreciando salarios y ahorros y que la última guerra mantiene su sangría, colocando a la Unión Europea en el papel subsidiario que siempre tuvo. Los más mayores recordarán entonces una sensación similar cuando en 2002, el año de la implantación del euro, el gasto se disparó con euforia para después comprobar en el segundo semestre que la capacidad adquisitiva de la población había caído un 40%. Que nada será ya lo que había sido. Será el final de la fiesta.
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abril 14, 2022

Puños fuera: Europa

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No quisiera caer en los lodos de la gordofobia y hacer apología de esmirriez, pero siempre me chocaron las pinturas barrocas y su modelo de belleza femenina que añadía volumen (signo de privilegio en la época) al atlético canon clásico. Entre ellas, y con permiso de las Tres Gracias, me impactaban los diversos cuadros sobre el Rapto de Europa, donde la princesa que diera nombre al continente que pisamos y a lomos de un orondo toro, se precipitaba al mar hacia los más que esperados sinos que el fértil e incontinente Zeus le destinaba en la bella Creta.

Ante la burda treta de un Dios, transmutado en una suerte de oso amoroso de la Antigüedad para ganar la ocasión de acercarse a su presa, la candidez característica de esta la primera europea sirve en las presentes contingencias para ilustrar similares ingenuidades. Compatriotas de un imaginado continente, unidos en unos valores ilustrados que les garanticen su privilegiado bienestar, son la cara renovada de esa Europa, cuya inocencia ponemos ya en cuestión desde su mito fundacional. Pues Europa no fue nunca más que un patriarcal cuento para ejemplificar el timo resultón de llevarse alguien al huerto.
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