Una vez escuché a Mario Vaquerizo decir en la tele que en su grupo no había músicos, que cómo iba a haber músicos, que por supuesto iban en playback, por favor, que estamos en el siglo XXI. Lo dijo como si estuviera comparando robots domésticos con chachas filipinas, como si no existieran los oficios, como si todo lo que hay a su alrededor estuviera ahí a su servicio, como si cualquier persona que consiga algo en virtud de su esfuerzo fuera alguien de categoría inferior. Lo dijo desde su nube, desde su trastorno múltiple, desde su pedo, desde su galaxia a la que no pertenecemos, por suerte, la mayoría de los demás, y en la que por mí se puede quedar a vivir para siempre, que tiene que haber gente para todo. (Más…)

Puede parecer sorprendente escribir una columna, con la que está cayendo, y no hacerlo sobre lo que ocurre en Cataluña. Pero, el “Procés” no ha terminado y tiempo habrá de valorar.
Voy a escribir sobre otra cosa que está ocurriendo y que tal vez no sea tan distante en sus efectos de lo que ocurre en Cataluña. Sigo con atención estos días lo que se publica en torno a las movilizaciones contra las reformas económicas que Macron está aplicando en Francia. (Más…)

Corría el año de 2002 cuando el presidente George Bush junior, exultante tras haber puesto en marcha su cruzada contra el Eje del Mal después del reciente 11-S, se desplomaba en la Casa Blanca, estrellándose contra una mesilla. Su pérdida de conocimiento durante unos minutos y el feo golpe que después exhibió, no se debían a un arduo plan de magnicidio. Simplemente, una de las galletas que zampaba viendo un partido televisado y que se le coló por la tubería equivocada fue la responsable última de derribar la cabeza del Imperio.
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