Ahora que está de moda lo de abandonar las armas en Iparralde, contaré un suceso que ocurrió también allí hace unos meses, en plena paranoia antiterrorista. Atendiendo a las iniciativas del gobierno francés y de su alargado estado de excepción, un contingente policial se trasladó hasta un centro escolar para realizar una jornada informativa en la que aleccionar al alumnado sobre cómo reaccionar ante el ataque de algún demente, follower o meritorio del archienemigo DAESH. Después de piar su recetario de supervivencia para dummies, los gendarmes abandonaron el aula olvidándose parte de su arsenal, que quedó a libre disposición de la chavalería. (Más…)

Existe una película, titulada Vive como quieras, en la que una familia, perfectamente armoniosa y bien avenida (hablamos de cine, no lo olviden), desafía a una mastodóntica empresa que pretende comprarles su casa para construir una fábrica de armamento, sin éxito. Esta circunstancia, prolegómeno de muchos episodios clónicos de El Equipo A, es lo de menos. Lo subversivo del film es que en esa familia todos hacen lo que les sale de sus reales gónadas. Unos inventan cajas musicales, otras escriben infumables folletines de misterio, otros fabrican fuegos artificiales en el sótano. Y lo venden, claro. Porque serán subversivos pero no imbéciles. Y todo esto sin mostrar demasiado amedrento ante las figuras de autoridad, a menudo desorientadas ante tanto libre albedrío, tanta insumisión y tanta anarquía, que no caos. Lo más desopilante es que el autor de tan incendiaria soflama (que se permite hacer chanza con la revolución de los soviets) es Frank Capra y su año de estreno 1938. Gente humilde, feliz con lo que tiene, pero no por resignación sino por decisión propia, en un mundo que estaba a punto de irse a la mierda en cohete. O en cazabombardero. (Más…)

A propósito de la brutal paliza que un bocazas sin correa ni bozal propinó a un hombre en Barakaldo, me pregunto por qué muchas veces todavía se ven determinado tipo de perros en compañía de jóvenes (y no tan jóvenes) a los que los demás, seamos personas o animales, no les importamos ni un hueso. He llegado a ver alguno de estos perros en las peligrosas manos de niñatos que, para empezar, ni se molestan en ponerles un collar. Por no mencionar la chulería y arrogancia de semejantes sujetos al recordarles sus obligaciones. Cualquier capullo acomplejado no debería tener acceso a mascota alguna.
(Más…)