enero 3, 2021

Gora Euskadi: El sueño revuelto

Existe un concepto en alemán, ya se sabe que los alemanes son muy de conceptos, llamado zeitgeist, que se traduce como “el espíritu de una época”. Viene a significar el clima intelectual, cultural y social de un periodo de tiempo. Suele abarcar momentos más o menos largos pero, adaptando al Don Sebastián de La verbena de la Paloma, hoy los tiempos se adelantan que es una barbaridad. Así que el zeitgeist que toca está recién salido de fábrica. Es el de la pandemia de coronavirus. El del estado de alarma, el toque de queda, la distancia social, el gel hidroalcohólico, el confinamiento perimetral, la mascarilla, los ERTEs, el test PCR y los capítulos del BOE que acaban en “continuará”. Dicho esto, cada uno vive su película como le toca. Y no hay dos películas iguales. No es lo mismo ser dueño de un bar que ejecutivo de Amazon. Es diferente ser enfermera que desarrolladora de plataformas informáticas de teletrabajo. Así que lo que puede ser un drama para unos se convierte en una oportunidad para otros. Y esto es intolerable porque deja el esprit du temps hecho unos zorros y no hay quien se aclare. Falta homogeneidad y normalización ISO. O penamos todos o el zeitgeist al río. Los medios de comunicación, objeto de devoción de los seguidores de esta sección, tienen como labor uniformizar el sentir en estos tiempos de covid. Especialmente la prensa, que ante las deudas financieras y el descenso de la publicidad, de dramas y crisis existenciales sabe un rato largo. No es tiempo de buen rollo, dicen. Toca penar, pregonan. Basta ya de optimismo, pontifican. Por eso el diario El Correo nos obsequia el viernes 4 de diciembre, a página completa, con el titular a cinco columnas “La desolación de un Bilbao de pesadilla”. Ni esperanza ni esperanzo.

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diciembre 31, 2020

Juego de niños: Navidad

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Lo que me apetece cuando llega la Navidad es ponerme a cubierto. No este año en particular, sino desde hace tiempo. Esa sobreestimulación de los sentidos y las emociones, ese ande, ande, ande la marimorena, ir, venir, comer, beber, comprar, me parece un sinsentido. Sin embargo, se trata de una costumbre muy arraigada. Aparte del negocio que supone, claro está. De manera que ni siquiera la amenaza real y para todo el mundo de contagiarse o contagiar a los allegados es suficiente para generar una reflexión colectiva. Al contrario. Lo que preocupa es “salvar la Navidad”, como si se tratara de una especie en extinción.

Y la postura de los gobernantes no ayuda en absoluto a que la cuidadanía tome conciencia real de las circunstancias. A ver cómo se entiende eso de no salir de casa en Nochebuena y Nochevieja salvo para cenar con familia y allegados. Eso es como no decir nada. Es evitar dictar restricciones claras y contundentes pensando sólo en la reelección.

Esta podría ser una Navidad diferente. Introspectiva, sencilla, reflexiva, generosa y solidaria en lo profundo. Cada cual en su casa. Porque renunciar a los encuentros es hacer algo importante por los demás. Sería el mayor regalo, y no sólo para la familia. (Más…)

diciembre 27, 2020

Debajo de la Palmera: El hombre del cencerro saludable

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El hombre de los ojos saltones, moviendo los hombros y sacudiendo con fuerza la cabeza, hizo sonar durante unos minutos el cencerro que llevaba colgado del cuello por una cinta de cuero.

– ¿Qué le parece? Admita que es genial – dijo al quedar quieto.

– Pues, verá… – respondió el director del programa de televisión, que no sabía qué responder. Y no pudo seguir.

– Mire. Seguramente usted ha visto la película Ben Hur. Allí aparece la familia de Charlton Heston con una campanilla tipo cencerro ahuyentando al personal ya que estaban enfermos de lepra y no tenían vacuna. La gente se apartaba de ellos. Algo así podría hacerse hoy con los asintomáticos. Un cencerro es la solución para evitar los contagios
Con este invento se podría ir a los bares y a los partidos de pelota. La gente sabría a qué atenerse. Lo malo de este virus es que es silencioso y al silencio hay que combatirlo con música armónica. Estoy seguro de que ha sabido apreciar la ruptura de la melodía y el dramatismo del tono – siguió el del cencerro – . La emoción le ha dejado sin habla. (Más…)

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