Desde los albores de su historia, los seres humanos siempre han mostrado dos actitudes que han sido el motor de su evolución psicológica como especie: una curiosidad insana por saber lo que pasa a sus espaldas y un narcisismo inédito en el reino animal. La unión de estas dos pulsiones hizo que se inventara el espejo. Pero el proceso no fue fácil. Por puro instinto los hombres primitivos intuyeron que tenían que pulir una superficie hasta poder verse reflejados en ella. Pero hasta que comenzaran a pulir piedras de obsidiana y más tarde, con la llegada de la Edad de los Metales, láminas de oro y plata, muchas lijas, piedras pómez y palmas de la mano quedaron arruinadas para siempre, destrozadas contra rocas, troncos de árboles o vientres de jabalíes (que fallecían despellejados entre terribles sufrimientos). Hasta el siglo XVII no se descubriría el proceso del plateado de vidrios, momento en el que cayó en picado el mercado de las lijas y las piedras pómez. (Más…) |