Siempre me enfrento a esta columna con sentimientos contradictorios. Por un lado, con el deseo ávido de dar con el titular sangrante que justifique la existencia de esta sección (y mi concurso en ella) y, por otro, con el anhelo velado de no encontrarlo y poder tumbarme a la bartola en los soleados prados del periodismo responsable y comprometido. Pero la realidad es testaruda y los principios editoriales evanescentes, por lo que la caza de la entradilla torticera, el ladillo chusco y el entresacado retorcido se torna una tarea infinita que convertiría la condena de Sísifo en un minijob de fin de semana. Porque, mire usted qué bien hilado, de eso hablamos este mes, de trabajo. (Más…) |