Debí perderme en algún punto de s.u p.o.l.l.a. Apostaría que fue en su capullo. Rosa y brillante. Húmedo y suave de lamer como neopreno mojado. Años después pude escuchar qué decía. Palabras, sílabas, fonemas que interpretaban una melodía que parecía proceder del mismísimo infierno. Hablaba de amor, de hijos y casamientos. Bla, bla, bla, de lo más banal. “Cállate de una puta vez, hablas demasiado”. Él rompía a llorar. Yo me reía, solo por dentro. Por fuera lo consolaba y cuando bajaba la guardia me lo tiraba. (Más…) |