octubre 24, 2017

Butaca de Gallinero: Miedo

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Tengo miedo. Y lo tengo porque, a lo mejor, al final, no lo tengo. Porque es posible, incluso probable, que It me deje indiferente (las críticas no la dejan mal parada, aunque echan de menos algo más de terror). No cabreado, como pasó con la miniserie de 1990, aquel despropósito con Tim Curry. Indiferente, impasible, flemático. Lo que viene pasando cada vez que, últimamente, Hollywood intenta salvar los muebles dando brillo a viejos clásicos y revendiéndolos como nuevos a precio de saldo. Solo que, a base de pulirlos con cera, cera es lo que reciben de crítica y público. Cera y palos por todos lados. Y luego el título en cuestión, remedo de obras magnas, pasa al olvido más ignominioso. Como le sucedió a Desafío Total, a Robocop, a Noche de Miedo, a Footloose, a Los Siete Magníficos, a Rollerball
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septiembre 8, 2017

Butaca de Gallinero: Olivia

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Tecleo estas líneas temeroso de la urgencia de la caducidad humana. Sólo confío en que, en el momento en que aparezca publicada esta columna, la parca no haya decidido malograr la vigencia de su contenido. Y este no es otro que Olivia de Havilland. Escribo este texto cuando la coprotagonista de Lo que el viento se llevó acaba de cumplir 101 años. Kirk Douglas y ella son los únicos supervivientes del Hollywood clásico. Una era en la que las películas no tenían números romanos al final del título (el Ricardo III de Laurence Olivier no cuenta) ni se inspiraban en viejas series de televisión de éxito. Un tiempo en que los actores y las actrices trabajaban a destajo y el glamour había que ganárselo a pico y pala.
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julio 14, 2017

Butaca de Gallinero: La ignorancia

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Sé que me pongo pesado con el asunto de los trailers de películas, los spoilers, las reseñas que te asaltan a traición en las redes sociales, el boca a boca pertinaz y desconsiderado y la propia curiosidad de uno, que no es capaz de acudir al cine sin haber indagado en lo que va a ver, no sea que detrás de una gran premisa se oculte una gran ponzoña o viceversa. Lo sé. Pero no puedo evitar fantasear con la idea de ver un film y que uno no tenga ni pajolera idea de lo que le depara. La premisa es absurda de partida porque, giros de guión aparte (que a base de dar giros al giro del giro, al final el cliché y la previsibilidad acaban saliendo a flote, por mucho Keyser Söze que haya), es prácticamente imposible llegar virgen a una película. Cinematográficamente se entiende. A menos que se trate de uno de esos telefilmes alemanes de origen insondable que campan por las parrillas televisivas los mediodías del fin de semana.
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