La Asociación de hosteleros, comerciantes y vecinos de Intxaurrondo Sur se queja de que hay algunos vecinos que protestan acerca del ruido en los bares de manera injusta y arbitraria. Lo curioso, dicen, es que “esos mismos vecinos después de montar el pollo en un bar por el supuesto ruido, van a potear a la terraza del bar de en frente”. Se sienten desamparados por parte del Consistorio y auguran que de seguir las cosas así el barrio terminará muriéndose. (Más…)

Pasear con un perro en invierno suscita reacciones diversas y curiosas. Por un lado están quienes sonríen de oreja a oreja desde lejos. Dentro de este grupo también se puede englobar a aquellos que divertidos se dan la vuelta al pasar, y también a quienes no pueden resistirse a brindar caricias. En la gama del gris, nos encontramos a los que caminan mirando en lontananza. La presencia del animal no les afecta lo más mínimo. Por último, está el grupo de los desafectos. Exhiben un entrecejo arrugado que suele ir acompañado de una silenciosa mueca de asco o incredulidad. Dentro de este grupo también se puede incluir a quienes rocían veneno en la vía pública para impedir que los perros orinen. Algo que, por cierto, está tipificado como delito. Esto me llama mucho la atención. Comprendo el malestar de estas personas, pero lo cierto es que jamás he visto a nadie indignarse al ver cómo una madre pone a su hijo a mear en la rueda de un coche.
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Pocas cosas hay en esta vida comparables a la experiencia de adoptar un animal. Si bien es cierto que en ocasiones hay que estar hecho de una pasta un poco especial para afrontar estoicos las dificultades, la recompensa es justa y generosa. Así ha sido mi experiencia de adoptar un galgo. Estas criaturas, de apariencia frágil y misteriosa, esconden en sus entrañas los secretos de un pasado implacable que tiene como verdugo a la versión más despreciable del ser humano. Y, aún así, la fortaleza que demuestran estos velocistas innatos es cuando menos admirable.

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