Además del préstamo del término del ciclismo italiano “sorpasso” con el que por allá denominan al adelantamiento (y que nos recuerda que nos encontramos ante una competición al uso), la palabra que se oye sí o sí en este año de campaña electoral ininterrumpida es la de “recuperación”. Dos años llevan promocionándola para borrar aquella otra de “crisis” que apartó de la fe en el crecimiento a la gente común, y que significaría “vamos en el camino de parecernos a aquello que alguna vez dicen que fuimos”. O algo así.
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A cuatro siglos de ser fiambre, todo son loas al insigne Cervantes. Ya sea por patriota o hasta por libertario avant la lettre, por la defensa de la libertad que pusiera en boca de su Quijote, el difunto es hoy gusto de todos y por todos es citado. No seré menos, y recordaré su Retablo de las maravillas, esa obrita teatral en la que unos pícaros escenifican una obra de marionetas, invisible para los impuros. Todos simulan verla hasta que alguien grita el engaño, demostrando la hipocresía del resto y el fiasco acaba en palos para todos. El argumento por manido, no deja funcionar ni siquiera en nuestros días.
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Escama a escama, hemos ido construyendo una piel de lagarto lo suficientemente dura como para seguir viviendo con la insensibilidad necesaria para ir tirando. Así, si el incorrecto Donald Trump utiliza en sus campañas los vídeos de las avalanchas de migrantes al asalto de la valla de Melilla como ejemplo de amenaza para aguijonear el racismo de sus votantes, aquí afeamos su gazapo de dar por mexicano al subsahariano. Y es que hemos tenido sobremesas con tantos naufragios de pateras, que hasta los han remozado con cayucos para mantener la tensión dramática. (Más…)