Una buena amiga, a quien también le había llamado la hora de la crianza, paseando y hablando de la escuela, me dijo que había dos tipos de madres: las que daban la merienda y veían jugar a sus retoños sentadas en un banco del parque y las que lo hacían desde la terraza de la cafetería. Desde entonces, he ido aplicando esa óptica a la cotidianeidad más rampante, y dividiendo sucesivamente a la sociedad vasca entre quienes, por ejemplo, se bajan en Fiestas el bocata de casa para comérselo después de ver los fuegos y los que se lo compran.
Ahora que el compás de la pandemia decae y triunfalistas publicitan las medidas que nos devuelven hacia aquella normalidad de antaño, el aumento progresivo de plazas autorizadas por cada mesa de terraza se convierte en el principal indicador del retorno a la prosperidad. Sin embargo, me pregunto en este amañado relato dónde quedan las más; las que se sientan en los bancos o llevan su bocata en el bolso; las que no volverán a volar porque nunca lo hicieron ni retornarán a unos hoteles donde apenas durmieron. Pero también dónde nos soñamos nosotros: si en la terraza sentados o si paseando juntos y, por qué no, en pie. (Más…)
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