Gracias a lo poco que veo la tele y escucho la radio «comercial», a lo que hay que sumar mi intrínseco empanamiento de serie, he vivido hasta la fecha sin saber quién cojones son los Gemeliers esos. ¿De dónde ha salido esa abominación? Bueno, es una pregunta retórica. Han salido de las mismas tripas que las otras abominaciones, y están cortados por el mismo patrón. Lo digo tras haber escuchado como diez segundos de una canción. ¡Suficiente! Con eso se puede hacer un máster sobre el ítem en cuestión: Fuera. Caca. Yuyu.
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Parece que al Sr. Presidente solo le queda recurrir a la lluvia para contener la escalada de precios de la luz. Es de locos que quienes niegan el cambio climático se acuerden de los fenómenos atmosféricos para resolver sus desmanes.
Todo lo que está sucediendo sería una broma chusca, si no hubiera motivos para pensar que detrás de todo este proceso se avizora un nuevo chantaje para recurrir a la energía nuclear, con amenaza de reapertura de Garoña incluida.
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A los cansados viajeros que atraviesan la urbe bilbaína en su flamante metro, no les es chocante constatar que, en la línea luminosa que representa recorrido y estaciones, una esté tapada con cinta aislante. Una estación fantasma a mitad de recorrido, tachada del mapa. La de Ibarbengoa-Getxo que, finalizada, nunca fue inaugurada. El motivo: la paralización, gracias a la exitosa protesta vecinal, de la edificación de ocho mil viviendas en el barrio de Andra Mari, que la vació de clientela.
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