No destacaba por su belleza. Tampoco por su carácter. Era dulce y cariñoso como lo definen sus salvadores. No era un ser extraordinario. Era «sólo un puto perro». «Un puto perro más». Este es el sentir general. Como si no hubiera miles esperando a la muerte detrás de sus rejas con las lágrimas hechas legañas. Hace más de cinco meses una familia adoptó en Bilbao a este pobre animal, de nombre Benito. La felicidad que sienten los voluntarios cuando creen haber encontrado una familia ideal para sus protegidos es mágica e indescriptible. (Más…)

Tengo bruxismo. Sí. Y no me refiero a que me haya criado en terra de meigas y me considere medio bruxa. No. Significa que vivo en tensión, que aprieto mucho los dientes y a veces incluso los hago rechinar entre ellos. Y no, lo de Albert Rivera no es bruxismo. Si mueve la mandíbula es por la nieve, digo, frío.
Vivo en tensión. Estoy hasta las narices de todo. Y me cagaría en Dios y en la Virgen, pero no lo voy a hacer. Te pueden denunciar por ello. También es verdad que esto no es una red social ni una canción de rap. (Más…)

Algunos lugares tienen la novela hecha. Lo juro. Vas allí, te paseas un rato, miras acá y allá, dejas volar la imaginación y listo. Bueno, luego hay que sentarse y permanecer meses o años escribiendo y corrigiendo, pero eso es un detalle sin importancia. El caso es que cuando paré en Eaux-Chaudes, un balneario de mediados del XIX en el Pirineo francés, tomé un buen baño de emociones estéticas. Su capacidad de evocación es tal, que durante un rato me sentí capaz de escribir La montaña mágica. Siempre y cuando, claro está, Thomas Mann no lo hubiera hecho antes. De cualquier modo, el balneario de Eaux-Chaudes es la quintaesencia de la decadencia con solera, lograda con el paso del tiempo, sin prisa y sin pausa, con su abandono inconcluso, sus soledades, sus desconchados a medias, sus azulejos resquebrajados, sus nobles escalinatas pobladas de helechos. (Más…)