abril 18, 2022

Butaca de Gallinero: Demasiadas licencias

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Que nadie me acuse de inmovilista. Soy muy consciente de que el mundo evoluciona, los gustos cambian y los iconos deben contemporizar con los tiempos, con las audiencias, con el zeitgeist y el background particular de cada uno de los nuevos espectadores que se aproximan por primera vez a revisitaciones cinematográficas. Entiendo el espíritu de los reboots y los remakes (mencionados hasta la saciedad en esta columna). Dicho esto, no entiendo lo de la última versión de La Matanza de Texas. Paso por las tropelías de John Luessenhop en Texas Chainsaw 3D. Tolero a duras penas el despropósito del Leatherface de Alexandre Bustillo y Julien Maury. Pero que alguien me explique en qué estaba pensando David Blue cuando ha convertido a Caracuero en un psicópata más solitario que Oliver Twist. ¿No se trataba de que “la sierra es la familia?
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abril 16, 2022

Península Histérica: Guerra

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Resurge la guerra con toda su crudeza. En realidad, nunca se ha ido. Ocurre que se desarrollaba en parajes lejanos, abandonada del interés mediático y enfrentando a bandos lejanos racial y culturalmente.

Ahora se presenta a las puertas de nuestra casa y con el agravante de que uno de los contendientes puede destruir el planeta sin grandes esfuerzos.

Con la guerra de Ucrania reaparecen todas las contradicciones de quienes aspiramos a un mundo mejor, más justo y más libre. Es difícil mantener una postura clara y firme sobre lo que ocurre.
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abril 14, 2022

Puños fuera: Europa

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No quisiera caer en los lodos de la gordofobia y hacer apología de esmirriez, pero siempre me chocaron las pinturas barrocas y su modelo de belleza femenina que añadía volumen (signo de privilegio en la época) al atlético canon clásico. Entre ellas, y con permiso de las Tres Gracias, me impactaban los diversos cuadros sobre el Rapto de Europa, donde la princesa que diera nombre al continente que pisamos y a lomos de un orondo toro, se precipitaba al mar hacia los más que esperados sinos que el fértil e incontinente Zeus le destinaba en la bella Creta.

Ante la burda treta de un Dios, transmutado en una suerte de oso amoroso de la Antigüedad para ganar la ocasión de acercarse a su presa, la candidez característica de esta la primera europea sirve en las presentes contingencias para ilustrar similares ingenuidades. Compatriotas de un imaginado continente, unidos en unos valores ilustrados que les garanticen su privilegiado bienestar, son la cara renovada de esa Europa, cuya inocencia ponemos ya en cuestión desde su mito fundacional. Pues Europa no fue nunca más que un patriarcal cuento para ejemplificar el timo resultón de llevarse alguien al huerto.
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