Uno de los máximos deberes de la prensa libre es la defensa del desvalido. Del desprotegido. Del inane ante el mundo, hostil y depredador, que le rodea. Los medios de comunicación, como es bien conocido, siempre saben revolverse hasta zafarse de la correa con la que les aferran los poderes establecidos. Es el sagrado deber del cuarto poder. Los periódicos se caracterizan por driblar el marcaje implacable a que les somete la dictadura del anunciante y la entidad financiera que gestiona su solvencia económica. Siempre, como digo, para proteger al ciudadano o colectivo abrumado por el peso de la sociedad. Pero esa salvaguarda del desamparado puede hacerse con humor y desenfado, porque el chascarrillo y la chanza ayudan a tragar esa píldora amarga que es asumir que vivimos en un cosmos que persigue al diferente. Aupado en la autoridad moral que le caracteriza, y que le sirve de bitácora y sextante para navegar en la negra noche de la injusticia, el diario El Correo dedicó el miércoles 8 de diciembre un desplegable para documentar el semblante de José Ignacio Munilla, anterior obispo de San Sebastián, recolocado en la diócesis de Orihuela-Alicante cual vulgar trabajador de La Naval de Sestao. De entre todas las páginas destaca la 34, con un texto central a cinco columnas titulado “Un mandato de difícil comunión”. El ensalzamiento de la diferencia a través del humor. Cómo no querer a la cabecera de Vocento.
(Más…) |